Mes: septiembre 2013

Escuela pública: de todos y para todos. La batalla por la primacía social.

                           
Con el inicio de curso se ha reanudado el calendario de movilizaciones promovido desde la Plataforma Estatal por la Escuela Pública. Su herramienta de agitación más poderosa es la marea verde, un fenómeno generado desde una cierta rebeldía espontánea y administrado por la estrategia política y sindical de la izquierda. 

No hay ninguna protesta pública en el rincón más recóndito del país sin participación de las camisetas verdes, en consorcio permanente con quien sea para defender los servicios públicos de las políticas neoliberales  de la derecha neoconservadora gobernante. Y resulta que mola mucho vestir la camiseta. Se originado una moda de masas muy efectiva y resultona, con una dosis no despreciable de militancia y cierto espíritu bohemio, que se ha adueñado de las salas de profesores sin que nadie se atreva a contestar sus argumentos, por peregrinos o desatinados que puedan ser en algunos casos.
Y el fenómeno ha crecido en proporciones hasta ahora desconocidas, catalizando el descontento y la frustración en los centros provocados por la crisis económica y sus efectos sobre los trabajadores del sector y la calidad del servicio educativo: por ejemplo las últimas polémicas a cerca de la política de becas y de ayudas para la compra de libros de texto.
La película “Origen”, se inicia con un diálogo interesantísimo entre Kob, el protagonista principal y su posible cliente, Keito:

 – ¿Cuál es el parásito más resistente? ¿Una bacteria? ¿Un virus? ¿Una lombriz intestinal? Una idea. Resistente, muy contagiosa. Una vez que una idea se ha apoderado del cerebro es casi imposible erradicarla. Una idea totalmente formada y entendida se queda ahí, aferrada.

                         


Efectivamente. Es sólo una idea: La escuela pública –o lo público en general-, es de todos y para todos.Pero se ha apoderado con éxito de una gran parte de la conciencia colectiva de modo muy contagioso. ¿Recuerdan el Nunca Máis o el No a la Guerra?  Esta poderosa idea comporta consecuencias nefastas, como el recrudecimiento de la guerra escolar entre las redes de centros: la escuela privada -también la concertada, o lo dígase privado en general-, es de unos pocos y para beneficio sólo de algunos. Y además, esos pocos y algunos tienen la desfachatez de financiarse con el dinero público que se sustrae de los recursos que necesita la escuela pública. Esta es la nueva causa por la que luchar: salvar lo público de la privatización. Después se diseña la propaganda y el resto de los sloganes  amplificándola y comunicándola en una combinación interesada de algunas verdades del barquero a cerca de la gestión política de las Administracionesque en algunas cosas tienen bastante razón-, con la mitología social y educativa de la izquierda.

                            

El PSOE reunido en el marco de su conferencia política 2013 ha presentado el pasado sábado 21 en Santander su ponencia sobre la educación titulada Los Retos de la Educación, la Universidad y la Ciencia para una Europa del Conocimiento. En este documento, se hacen posicionamientos claros y contundentes que trazan las líneas maestras de la pretendida contrarreforma educativa pactada formalmente por el autodenominado Frente anti LOMCE, formado por los partidos y organizaciones de izquierda, junto a los nacionalistas. Por su interés extraigo dos párrafos.

«Una educación pública es garantía de universalidad y gratuidad como servicio público básico que articula el ejercicio del derecho a la educación fundamentada en los conocimientos avalados por el consenso de la ciencia, laica y asentada en los valores cívicos». Pág. 7
«El objetivo debe ser apostar decididamente por la financiación en exclusiva de una red pública de enseñanza, dejando el modelo de concierto para situaciones complementarias y justificadas en las que lo público no puede extenderse». Pág. 8
                         

Los objetivos pretendidos están claros. Una escuela pública, única y laica. Aunque es un lema que ya no usa formalmente, subyace como código fuente de toda la concepción actual de la educación y del sistema educativo de las organizaciones de izquierda, siendo el lenguaje de programación de su discurso y el patrimonio irrenunciable del que se alimentan sus políticas y estrategias, dirigidas finalmente a alcanzar la hegemonía social y con ella su acceso y mantenimiento del poder.

Ante el inicio de curso escolar 2013-14

El nuevo curso escolar comienza con protagonismo renovado del proceso legislativo abierto por la LOMCE y por los recortes presupuestarios que no cesan en la educación. 
Se esperan pocas novedades ya en el debate político y educativo sobre ambos temas. La LOMCE se encuentra en el trámite de enmiendas parciales en el Congreso, y encara la recta final hacia su aprobación el próximo otoño. La principal incógnita consiste en despejar si esa aprobación se hará en exclusiva con los votos del partido en el Gobierno, o será posible algún apoyo significativo que evite cualificar y condenar esta Ley como “de partido” y, por tanto, condenada a desaparecer inevitablemente en un futuro cambio de signo político.

El propio texto de la Ley no aceptará ya grandes modificaciones, salvo sorpresas de última hora, y encontrará su principal resistencia  en sí misma y en sus propias contradicciones y límites. Por ejemplo, el  inmediato calendario de aplicación para el curso 2014/15, que obligará a una auténtica maratón legislativa para tener a punto los Decretos que la desarrollen. Tampoco facilitará las cosas la parálisis que padece la Conferencia Sectorial, que necesita resolver muchas cuestiones prácticas sobre la nueva configuración de las enseñanzas, la introducción de las evaluaciones generales, la financiación del sistema, etc.
Preocupa especialmente el insuficiente avance de la libertad de enseñanza que aportará la nueva Ley. Si le sumamos la escasez presupuestaria que ya afecta gravemente a los conciertos educativos, podemos avanzar un panorama  conflictivo, especialmente por la insatisfacción del profesorado ante los cambios impuestos sin un consenso mínimo y por las repercusiones laborales que siempre tiene un proceso de estas características: ajustes de plantillas, reorganización de los centros, distribución del alumnado… La supresión de unidades concertadas es ya una grave realidad y, a la vez, una amenaza muy seria en algunas Comunidades, dejando al margen barbaridades sectarias como la agresión a la escuela diferenciada por algunas Administraciones.
Acumulamos ya la pérdida de muchos miles de puestos de trabajo tanto en la escuela pública como la concertada. También es visible un notable empeoramiento de las condiciones sociolaborales del profesorado en ambas redes de centros. Los ajustes presupuestarios no parecen conocer su final en un panorama económico desolador por sus efectos adversos tan prolongados y las escasas expectativas de recuperación a corto o medio plazo, que advierten muy negativamente sobre la penuria con la que se afrontará la implantación de la nueva LOMCE.
Es la realidad que nos toca afrontar. Esto es evidente.  Pero una gran parte del malestar social proviene de una percepción bastante generalizada sobre la injusta distribución del peso de los ajustes,  que está recayendo principalmente sobre las rentas del trabajo y sobre servicios públicos esenciales como la educación, la sanidad o la dependencia. En este desgraciado contexto de crecimiento de las desigualdades, no resulta extraño el último desafío este verano del FMI, con el respaldo de la Comisión Europea, proponiendo la desvergüenza de una rebaja salarial generalizada en España del 10% hic et nunc –aquí y ahora-, eso sí, de la mano de un compromiso de los empresarios para utilizar esos recursos económicos para crear empleo después. Un nuevo producto de la ingeniería económica destinado a una distribución horizontal del empleo y de la renta que volvería a afectar sobre todo a las clases medias y a los más desfavorecidos.
Es cierto que son necesarios cambios importantes en nuestro sistema educativo y también una apuesta firme por la eficiencia de los recursos económicos públicos siempre, no sólo cuando nos obliga una crisis. Pero estos objetivos no tienen por qué identificarse completamente con la nueva LOMCE, que no contenta a nadie, ni a propios ni extraños, y porque es probable que tampoco resuelva satisfactoriamente lo que muchos esperábamos con impaciencia.