Mes: marzo 2015

Sí a la asignatura de religión en la escuela

En relación a la polémica suscitada por la publicación en el BOE del currículo de la asignatura de religión católica
Es tradicional que cualquier aparición pública de un hecho religioso suscite una polémica muy acalorada entre sus detractores, habitualmente autoadornados con las condecoraciones de la modernidad, de la democracia, del cientifismo y del poder soberano de los ciudadanos. No faltan voceros desde todas las tribunas políticas, culturales o sindicales, escandalizados porque en un Estado Moderno existan organizaciones con más de dos mil años de historia que pretendan tener algo que decir todavía hoy sobre las personas y sobre el significado de la realidad.

He leído con detenimiento ese currículo de la asignatura de religión y he tenido la fortuna de poder compararlo con el libro de catequesis para la primera comunión que usa uno de mis hijos. Ambos parten de perspectivas claramente diferenciadas, pues mientras el segundo es una manual para  conocer y practicar el cristianismo, lo que hay en el BOE es principalmente una recopilación muy básica para explicar en qué consiste el hecho cristiano y si tiene algo que decir hoy sobre las grandes cuestiones que siempre han retado y preocupado a la humanidad.  De acuerdo, estos contenidos son una hipótesis más sobre lo real, pero es tan respetable como cualquier otra, y con el mismo respeto aún más si cabe hacia las personas que pensamos –no sólo creemos- a partir de ella.
             

Es inevitable recordar que la asignatura de religión es voluntaria para el alumnado, y que casi el 65% de las familias siguen eligiéndola año tras año. Y también, que si se imparte en un centro de enseñanza reglada tiene que ser una asignatura de verdad, como todas las demás, también evaluable, construida e impartida con rigor, porque a la escuela no se va a perder el tiempo que no es lo que precisamente sobra en el sobrecargado horario de nuestros alumnos.
El profesorado que imparte esta asignatura en los centros públicos ha experimentado una gran mejora en su cualificación y en su preparación, también en su situación profesional a pesar de los agravios laborales que ha venido padeciendo y que tras un largo y tenaz proceso negociador y judicial en el que USO ha sido protagonista, va consiguiendo equipararse al de los demás compañeros de sus claustros. Y que si bien es cierto que su acceso a la docencia es diferente, no es menos cierto que se juegan clase a clase el mantenimiento de su puesto de trabajo, que en su caso está supeditado año tras año al número de familias que eligen voluntariamente  la asignatura de religión.

                

De lo publicado en el BOE selecciono por su interés dos párrafos: -“El artículo 24 del Real Decreto 1105/2014, establece que el Bachillerato tiene la finalidad de proporcionar al alumnado formación, madurez intelectual y humana, conocimientos y habilidades que le permita desarrollar funciones sociales e incorporarse a la vida activa con responsabilidad y competencia. A dichos logros puede contribuir de manera satisfactoria la enseñanza de la religión, facilitando el desarrollo del juicio crítico, enseñando a observar y analizar la realidad con respeto, en claves de libertad, responsabilidad, verdad y apertura a la cuestión del sentido”-
-“La enseñanza de la religión católica en la escuela responde a la necesidad de respetar y tener en cuenta el conjunto de valores y significados en los que la persona ha nacido como hipótesis explicativa de la realidad y que se denomina tradición”-
De este modo se establece en el preámbulo del currículo de Bachillerato y de Primaria la posición inicial sobre la que se construye todo el currículo. ¿Hay algo de extravagante en ello? Cada asignatura tiene un vocabulario que le es propio, su propia etimología. Nadie se escandaliza si en una clase de arte se habla de arcos, dinteles, o girolas. ¿Pero ocurre lo mismo si se utilizan términos como resurrección, milagro, biblia o Jesucristo en la asignatura de religión
Las objeciones más comunes contra la religión interpretan una historia real con más de dos mil años de antigüedad en la que ha habido de todo, héroes y villanos, y sin lugar a dudas muchos más de los primeros. Pero la posición de los cristianos en la sociedad civil del siglo XXI no tiene nada que envidiar a la que puedan tener otros colectivos, con una integración plena y comprometida en la vida democrática, en la economía, en la cultura moderna, con una contribución inigualable en la lucha contra las desigualdades y en la promoción de los más desfavorecidos y excluidos desde la más absoluta gratuidad.
Lo que resulta anacrónico son las declaraciones fantasmagóricas de algunos personajes públicos que parecen atrapados en el pasado, que confunden aconfesionalidad con laicidad, dogmáticos en sus planteamientos, atrincherados en argumentos completamente descontextualizados y apolillados, invocando a Darwin o al último neurocientífico de moda. Son siempre polémicos los temas culturales con un profundo contenido ético.  Debatir y rivalizar respetando las reglas del juego democrático para ser una mayoría social permite entrar en el tablero de juego a todos los ciudadanos, entre los cuales, quienes profesan el cristianismo como religión hoy, en nuestro estado de derecho, son afortunadamente unos más.

                             

En trece estados de la Unión Europea la religión es obligatoria. España es uno de los otros catorce en los que es voluntaria. Todos los estados europeos financian la asignatura de religión. Como el propio José Antonio Marina afirma en El Confidencial Digital del dia 3 de marzo, (el preámbulo) presenta la experiencia religiosa y, en concreto, la católica, como un modo de interpretar la realidad, de acuerdo con la experiencia de la humanidad. Esta me parece una propuesta humilde, completamente negada por el currículo, que puede admitirse sensatamente.

No comparto esa  nombrada incoherencia entre el preámbulo y lo que viene después, pero entiendo mejor el debate en estos términos, no excluyentes. En USO siempre hemos defendido la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública ajustándonos al mandato constitucional del artículo 27.3 También la dignidad de la asignatura con respecto a un crédito horario no ridículo (45 minutos o incluso 30 minutos), y la dignificación laboral del profesorado que la imparte en condiciones de heroicidad en algunos casos.

Coloquio ante el espejo

               

El “derecho de todos a la educación” y la “libertad de enseñanza” son los dos mantras que más se repiten en cualquier tribuna donde haya un debate educativo en España desde que se inauguró el actual régimen de la Constitución de 1978.


Dickens reflejó con gran ironía la rivalidad democrática entre los partidos políticos en su obra Los papeles póstumos del Club Pickwick, donde a modo de fina caricatura refleja las actitudes de los partidarios y detractores de ambos, los amarillos y los azules, dominados más por el lenguaje emocional y simbólico que por la racionalidad de los argumentos.
El pulso permanente entre los partidarios de la escuela pública, única y laica (con sus matices de intensidad y agresividad) y los partidarios de la libertad de enseñanza, de la creación de centros docentes con ideario propio y de la capacidad de las familias para elegirlos en condiciones de gratuidad y calidad, es un debate siempre actual y más cuando se acercan citas electorales importantes.

Una perspectiva diferente es poner el centro del debate en la pluralidad y en la igualdad de oportunidades, me refiero a la capacidad de las familias de elegir escuela. Esta igualdad de oportunidades para todos, no sólo para quienes tienen más recursos, exige una financiación suficiente que haga efectiva la gratuidad de las enseñanzas no sólo en los niveles obligatorios, y también del conjunto de servicios educativos que pueden ofrecer los centros: la pública y la concertada, para quien las elija. Y repito, en condiciones equivalentes, por ejemplo sin corralitos como la zonificación.


Expresar esta defensa de la pluralidad y de la igualdad de oportunidades en periódicos digitales como éste no debe quedarse en un mero coloquio ante el espejo, donde lo importante es decir a tus correligionarios y seguidores lo que quieren oír, sino que lo importante es intentar actuar e influir sobre los acontecimientos, que están dirigidos por políticas, por políticos y por los grandes intereses que hay en la educación.
Muchos sindicatos están contribuyendo a dilatar la falla profunda e intransitable que hay entre la enseñanza pública y la concertada, al abandonarse a una estrategia clientelar que les resulta muy cómoda, porque es para estas organizaciones una rentabilísima fuente de recursos sindicales y económicos. Jugar a ser el sindicato único de concertada o por ejemplo ser sindicato único y pro pública ambos de manera excluyente, son hoy mensajes electorales muy habituales. Estas opciones sindicales persiguen una exclusividad corporativa, casi gremial, marcando fuertemente los espacios entre las escuelas públicas y concertadas, confiando en la dialéctica de intereses como única baza negociadora, cuando la realidad es otra bien diferente, y las últimas leyes educativas especifican con claridad que el servicio público de la educación los prestan los centros públicos y concertados, es decir, conviviendo conjuntamente.
  Esta visión reducida del mapa escolar es ineficaz para los intereses generales de la educación en España, pues dinamita continuamente una complementariedad real de ambas redes educativas, que es la verdadera piedra angular, la llave para hacer posible el hipernombrado e inalcanzable pacto por la educación, por otro lado tan necesario.

           


Para cualquier Administración educativa, el peso numérico, la capacidad y el poder de movilización y de presión de la escuela pública y sus partidarios son un factor decisivo para interpretar las políticas educativas de los últimos años. Desde el punto de vista sindical, falta en España un enfoque global, de conjunto, más colaborativo  y  que facilite la transferencia de las soluciones en los conflictos de intereses inevitables entre los dos colectivos del profesorado pública-concertada. En ausencia de un poder sindical determinante y con estas características, los equilibrios son dificilísimos o casi imposibles cuando se habla de financiación, que siempre es el verdadero campo de batalla para todas las escuelas del país. Por muchas declaraciones que se hagan, un sindicato no se puede creer realmente la complementariedad de la redes educativas pública-concertada sin tener vocación y compromiso por  contar con una presencia significativa entre los dos colectivos de profesores.
La situación actual es la misma de siempre. Una gresca continua entre las redes de centros, y la adopción de soluciones poco salomónicas, casi siempre asimétricas a favor de la enseñanza pública por parte de las Administraciones, que actúan al fin y al cabo como su patronal. Los centros concertados no dejan de ser centros privados con todo lo que ello conlleva desde el punto de vista organizativo y laboral, y con el único argumento para existir y subsistir que la gran demanda social que sustenta los conciertos educativos.
En numerosas ocasiones y medios me he manifestado sin ambigüedades a favor de la complementariedad de las redes educativas, pública y privada-concertada. Y no sólo a nivel declarativo, porque en U.S.O seguimos apostando a contracorriente por crear ese espacio sindical de todos y para todos los trabajadores de la enseñanza sin apellidos, hacer posible entre el profesorado organizado conjuntamente la complementariedad creíble de sus escuelas, que creo con firmeza es la perspectiva más razonable para influir y ser determinantes en la todopoderosa programación general de la enseñanza que otorga nuestro artículo 27 de la Constitución a las Administraciones educativas como gerentes de los recursos públicos.

De cara a las próximas citas electorales, están muy identificados los llamados partidos tradicionales y sus auténticas prioridades educativas sólo con examinar las políticas-actuaciones que están adoptando en las Administraciones que gobiernan: éstas son su verdadero programa  en educación. Lo realmente descorazonador son las escasas novedades que aportan los recién llegados: Podemos, o por ejemplo Ciudadanos.
Podemos es la izquierda radical con una nueva marca: “Eliminación de cualquier subvención y ayuda a la enseñanza privada, incluida la modalidad de concertada, destinando el ahorro a la financiación y mejora de los centros públicos.”
Ciudadanos parece menos radical, pero tampoco deja muchas dudas: “En C’s defendemos una escuela pública laica y proponemos la creación de una asignatura específica sobre la historia de las religiones que atienda desde el laicismo los distintos aspectos históricos y culturales de la religión.”

                 


Un pacto por la educación fundamentado en la complementariedad de las redes educativas pública-privada concertada  parece que seguirá siendo imposible por los intereses político-sindicales que dominan férreamente el mundo educativo en España a corto y medio plazo. A pesar de ello, desde USO seguimos creyendo en su necesidad, pues en los centros existe un clamor generalizado, habitual en todos los claustros de profesores: menos leyes, consensuadas, más eficaces, realistas y estables en el tiempo.