Mes: diciembre 2015

Sobre la gran coalición PP, PSOE, Ciudadanos

      En la tradición política norteamericana, liderar la oposición es la mejor garantía de llegar a la presidencia algún día. Porque el desgaste inevitable que conlleva gobernar, junto a algunos errores fatales que se pudieran cometer o coyunturas adversas que padecer, canalizan la alternancia y el cambio hacia el principal partido de la oposición de manera ordenada y pacífica. La gran coalición PP, PSOE, Ciudadanos podría ser una salida a la situación política creada tras el 20D.

           El único inconveniente es que queda fuera Podemos, que se transformaría en líder de la oposición en perjuicio del PSOE, al que está canibalizando con mucho éxito en un esfuerzo por ser el nuevo partido mayoritario y hegemónico de la izquierda. Si las cosas salen bien, y la climatología económica no empeora, en las próximas elecciones los partidos de ese hipotético gobierno en coalición podrían vender a partes iguales la recuperación económica, la reducción del paro … en definitiva, una verdadera percepción social de que las cosas están mejor y van bien. Pero si el dividendo político de ese posible gobierno de coalición es escaso, o socialmente insuficiente para las clases populares y las clases medias empobrecidas… Podemos al gobierno.

      La fractura de la mayoría parlamentaria de la izquierda política encabezada por el PSOE es en mi opinión el dato más relevante de los últimos comicios. No hay que olvidar tampoco el peso tan determinante que han tenido en los últimos procesos electorales los casos brutales de corrupción que afectan a PP y PSOE. Si Podemos sigue al alza, «viviendo» en la oposición y «de» la oposición con un gobierno que todavía tiene que soportar el impacto de la resolución de los principales casos de corrupción en los próximos años (ERES, Púnica, Gurtel, AZNET, y un largo etc.), la cofradía del color morado recibirá gratis mucha munición de grueso calibre para visualizarse como la única opción posible para el recambio en el gobierno, y el líder natural de la regeneración moral y política que necesita el país.


      Otra papeleta difícil es la que tiene Ciudadanos, que ha predicado la necesidad ineludible del cambio y también se daría el abrazo del oso con los partidos de la corrupción y de las grandes clientelas caciquiles. El pinchazo de Albert Rivera, incapaz de romper el suelo electoral del PP de manera significativa, los desplaza a tierra de nadie a la espera de acontecimientos. Su papel no es menor, pero tampoco decisivo, y ésta es la condición sine qua non para ser receptor del voto útil,  tan decisivo en la mentalidad política de los españoles. Probablemente estaría condenado a diluirse e ir desapareciendo en los próximos años porque se deshidrataría como partido en el gobierno al lado de los dos mayoritarios. Se quedaría sin el discurso diferenciado y reformista que le ha dado sus actuales resultados.
      Puede parecer sorprendente, pero en la actual coyuntura, a todos los partidos menos al PP les podría resultar mejor ser oposición con los resultados obtenidos, con la desgraciada circunstancia de que el que ha ganado las elecciones, no puede formar gobierno por la exigua mayoría parlamentaria que tiene. 


      Por muchas vueltas que le demos a la situación creada, y por mucho que analicemos una y otra vez las posibles combinaciones que ofrece el 20D, hay que aceptar que la política no es una ciencia matemática, y que cualquier opción que se tome conlleva una dosis variable de riesgo. Esta es la clave para mi. Para gobernar hay que arriesgar y asumir riesgos. Sobre todo cuando llegan las decisiones difíciles e impopulares. Y digo impopulares tanto para las élites económicas y soberbias que pretenden gobernar el país en la sombra, a golpe de talonario y prebendas, como para la ciudadanía en general. Cada cual verá cual es su capacidad y su voluntad de participar en esa aventura que supone gobernar España en coalición, o dejarla encaminarse hacia un nuevo proceso electoral. Todo tiene sus pros y sus contras. Los profetas del pasado, que tan bien predican en el desierto felizmente pagado de las tertulias, no son más que ruidosos alimentadores interesados de la confusión.



      Creo que hay que valorar los hechos y los datos más relevantes desde la perspectiva interna de España, y sin perder de vista tampoco la perspectiva europea, pues de las decisiones que se tomen en Bruselas dependerá en gran parte el éxito o fracaso del siguiente gobierno, dado que nuestra pertenencia a la Unión Europea encuadra y circunscribe las políticas económicas y sociales con el margen de maniobra que decidan los países más poderosos del norte, y si no, que se lo digan a los vecinos griegos.
      Cualquier dirección que se elija puede terminar bien o mal. Pero es siempre mejor tomar decisiones que no tomarlas. Los líderes políticos del país se van a medir estas próximas semanas con la realidad y con sus propios miedos. Algunos aceptando su salida del escenario, otros emergiendo, y algunos resituándose. De su talla personal y política depende en gran medida el éxito o el fracaso. El factor determinante vuelve a ser la libertad, la calidad y la grandeza de las personas.

20D. Demasiadas incertidumbres

Las elecciones del 20D se presentan como una experiencia novedosa en la vida política española, pues por primera vez, el bipartidismo parece que va a dar paso a un nuevo escenario en el que las fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, tienen importantes expectativas electorales, y la mayoría absoluta de un partido para formar gobierno en solitario parece lejana. Los acuerdos postelectorales serán necesarios, y ahí es donde se presentan más incógnitas y variables a la hora de predecir cuál será la política educativa de un futuro gobierno que podría estar conformado por dos o más siglas.

            El punto de partida en el que se encuentra la sociedad y la comunidad educativa es muy diferente al de hace 4 años. Entonces, el Partido Popular llegó al Gobierno con un respaldo electoral importantísimo en todos los ámbitos de la Administración, también la autonómica y la local, y le precedía una cierta esperanza reformista, tan necesaria en un país que estaba completamente desnortado en la vida económica, y con una sociedad desorientada y abrumada por los efectos de una crisis que estaban castigando a nuestro país de manera muy severa.
            La gestión del Ministerio de Educación, nefasta en muchas de sus principales actuaciones, condenó pronto esa expectativa reformista al fracaso y a la desilusión colectiva, arrastrando a la comunidad educativa hacia una etapa muy conflictiva, con una polarización  mucho más marcada y sobre todo, con mayor radicalidad en los planteamientos y posturas. La cara más visible de esa  fuerte polarización están siendo las iniciativas, tan distantes entre si, para recuperar de nuevo el camino para alcanzar un Pacto de Estado por la Educación.

            Recientemente se ha promovido un “Acuerdo social y político para una ley educativa que salvaguarde la educación pública” donde casi todas las organizaciones de la izquierda educativa, incluido el PSOE, Podemos e Izquierda Unida, han declarado su interés por alcanzar sólo un “Pacto por la escuela pública”. Lejos quedan los días de la etapa Gabilondo con planteamientos más generalistas y conciliadores. Ahora, el llamamiento es a una reedición revanchista del vetusto y trasnochado slogan de la escuela única, pública y laica. Tras el 24M, ya se están produciendo duros enfrentamientos en algunas comunidades por el tratamiento discriminatorio que se le está dando a la escuela concertada y a la libertad de elección de centro por parte de las familias. A partir del 20D, y según sea la composición del nuevo gobierno, estos enfrentamientos se pueden extender al conjunto del Estado, e incluso multiplicarse, mediante el desarrollo de otra anunciada Ley de Educación por estos partidos. Sí, otra más, y en la que las cuestiones más ideológicas (conciertos educativos, asignatura de religión, educación para la ciudadanía, escuela diferenciada, etc.) anuncian objetivos más ambiciosos y partidistas que los de la actual LOE.
            Por otro lado, las organizaciones integradas en la plataforma “Concertados” y algunos sindicatos como USO, apuestan por la apertura de la negociación de un Pacto con intenciones más integradoras, y en el que  la convivencia razonable de la red pública y la concertada se estabilice en un modelo sostenible a largo plazo con la intención de centrar y concentrar los debates educativos sobre las cuestiones que afectan verdaderamente al fracaso escolar y al abandono prematuro de la escuela española, que es lo que preocupa, y mucho, a las familias españolas. Fuerzas políticas como el Partido Popular y Ciudadanos están haciendo en sus programas planteamientos más moderados y prácticos en esta misma dirección, y al menos existe una coincidencia esencial, que consiste en defender la libertad de elección de centro por parte de las familias, y  en un tratamiento de la financiación pública de las escuelas menos frentista y excluyente, aunque deberían desarrollar de una vez por todas el actual modelo previsto en la LOE de 2006 para resolver el déficit actual entre los módulos de conciertos y el coste del puesto escolar, y que permita también una homologación laboral de todo el profesorado que imparte docencia en centros sostenidos con fondos públicos.
            Aunque sea brevemente, no puedo dejar de mencionar que desde siempre una cosa fue el predicar (los programas y promesas electorales), y otra bien diferente dar trigo (la práctica política). La reciente enmienda a los presupuestos de la Comunidad de Madrid aprobada por Ciudadanos, PSOE y Podemos hurtando a la escuela concertada 2,9 millones de euros de la famélica financiación con la que cuenta, ha hecho saltar todas las alarmas entre quienes confiábamos en tener más aliados políticos confiables en la defensa de la complementariedad de las redes educativas. No hay que olvidar que, al valorar el fenómeno de los nuevos partidos emergentes, hablamos de proyectos inmaduros todavía, en fase beta,  cuya precipitada puesta en escena, junto a la importante responsabilidad política que pueden adquirir en muy poco tiempo será una fuente de innumerables sorpresas,  incluso para ellos mismos. Es lo que tiene cocinarde manera exprés, que pueden servirse los platos crudos y desaboridos.
            Otra línea de propuestas que ocupan primeras portadas se refieren a un rediseño de la función docente en profundidad, atendiendo a  mejorar su formación inicial, su acceso a los centros mediante un MIR educativo y por último introduciendo procedimientos de evaluación que podrán concluir en diferentes incentivos salariales para los mejores profesores. El conocido Libro Blanco de la Función Docente que el Ministerio de Educación encargó a José Antonio Marina tiene esa orientación, pero en mi opinión llega tarde, y en un momento cuando menos extraño,en el que pueden quedarse en tierra de nadie sus mejores valoraciones y propuestas en medio de las turbulencias de las futuras negociaciones entre los partidos para formar gobierno. Lástima de cuatro años perdidos con una mayoría absoluta tan abrumadora. Si se hubiera empezado por donde se ha terminado la legislatura, estoy seguro de que otro gallo cantaría, pero así es la política y así son los políticos que nos hemos dado.

            Con estos análisis, no queda más remedio que esperar el resultado de las urnas y ver como se conforma el nuevo parlamento. Nadie duda de que la cuestión educativa será una pieza esencial en las futuras negociaciones entre los partidos mayoritarios, pero como en toda negociación, habrá un intercambio de propuestas y el resultado final es hoy incierto e impredecible. Lo que sí es seguro es que el desacuerdo de fondo entre los dos bandos ideológicos que siguen conformando el mapa educativo en España sigue plenamente vigente con todas sus desastrosas consecuencias, sobre todo porque está alimentado por intereses corporativos muy fuertes que nada tienen que ver con los problemas que hay en las escuelas, a las que zarandean continuamente en forma de mareas y de leyes educativas. Pero hasta  a eso, lamentablemente, hemos empezado a acostumbrarnos estoicamente también. ¿Introducirá el 20D alguna novedad, un cambio, un impulso reformista que desbloquee este indeseable atasco en el que se encuentra atrapada la educación española desde el 78?