Etiqueta: Reflexiones

Cierre del curso 2019-20 ¿Qué hacemos?

Conferencia Sectorial del 15 de abril

Algunos me habéis pedido que compartiera mi opinión sobre el documento base propuesto por el Ministerio a la Conferencia Sectorial. Comparto con vosotros una valoración que es estrictamente personal y me aventuro a continuación a dar una posible respuesta a esta pregunta que todos tenemos: ¿qué hacemos con el final del curso? Aclaro desde el comienzo que, ante un problema tan complejo, existen diferentes enfoques y por tanto, también otras soluciones que podrían ser viables. Porque expertos analizando la situación hay muchos, y como estamos viendo en relación al tema del coronavirus, por ejemplo, dicen cosas distintas e incluso contradictorias. En la enseñanza, como bien sabéis, siempre se ha repetido que “cada maestrillo tiene su librillo”. Recuerdo una anécdota al hilo de este argumento que puede resultar ilustrativa: “Si metes a dos economistas en una habitación tienes dos opiniones distintas, excepto si uno de ellos es Lord Keynes, decía Churchill, porque entonces tienes tres”. Seguir leyendo «Cierre del curso 2019-20 ¿Qué hacemos?»

Cierre del curso 2019-20 ¿Qué está sucediendo?

Acercándonos al final del curso se hace más insistente la pregunta: ¿Qué hacemos con las notas finales y con la promoción? Desde que el 14 de marzo se terminaron las clases presenciales estamos viviendo una experiencia inédita por la emergencia sanitaria de Covid-19. La problemática educativa es una más entre las muchas que agobian a la población, en primer lugar la salud, pero también el trabajo, las cuarentenas y aislamientos que complican aún más la realidad diaria de muchos hogares, la angustia y la tristeza que existe en muchos de ellos, la fuerte desazón por el futuro inmediato, el caos durante las primeras semanas de la declaración del estado de alarma o el padecimiento social por el elevado numero de contagios, enfermos y fallecimientos de seres queridos. Demasiadas emociones fuertes para digerirlas en tan poco tiempo.

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Cuándo las coaliciones suman

La ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá, ha organizado una gran tormenta política al afirmar en el XV Congreso de Escuelas Católicas que el derecho de elección de centro no es un derecho constitucional y aseguró que hay resoluciones del Tribunal que sustentan sus palabras. Ambas afirmaciones son inexactas. Están documentadas en muchos medios y no es el objeto de esta reflexión. La cuestión clave de España, a la vista de los resultados electorales del 28A y del 10N, es si se puede gobernar el país con coaliciones que sumen, es decir, que tomen decisiones capaces de integrar y acoger una mayoría amplia de las diferentes opiniones e intereses que están reflejados en las urnas.

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Saturados de esnobismo político

Iniciamos el nuevo curso escolar sin Gobierno desde las pasadas elecciones de abril y con la convocatoria de otras elecciones generales en noviembre. Han sido finalmente la demoscopia y la estrategia solipsista de los partidos quienes han decidido por encima del interés general. La vida política sigue su curso, en paralelo con la de la gente a la que pretende servir, jugando su particular partida por el poder en un ejercicio de irresponsabilidad y narcisismo impúdico, eso sí, consiguiendo la primera plana informativa todos los días.

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Pacto Educativo. ¿Ahora sí?

Muchos pensamos que un Pacto Educativo en España sería un gran avance para el interés general de todo el país. Y si es necesario alcanzar un Pacto es porque existe un conflicto o, mejor dicho, una colección de conflictos que impiden, distorsionan y dificultan el objetivo principal del sistema escolar: el éxito académico y personal del alumnado, o al menos de una gran mayoría.
Nuestro sistema educativo (sin contar las 83 universidades) es una inmensa maquinaria que presta servicio a más de 8 millones de alumnos, con 670.000 profesores y cerca de 27.000 centros educativos sobre el que se toman decisiones en 18 cuarteles generales y cuyos resultados son bastante dispares, tal y como se desprende del último Informe Pisa 2016. Esto no es Finlandia. La gestión de este gigantesco edificio escolar es compleja por sus dimensiones, por la multiplicación de modelos y realidades (18 subsistemas en la práctica) y más compleja por las tensiones que genera el pulso permanente que sostienen las dos visiones mayoritarias de la educación de nuestro país en su intento de imponerse: la socialista-progresista y la liberal-conservadora.

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Ante los atentados de París. Somos como animales, pero hay algo más

Todos los animales nacen sabiendo quienes son sus principales depredadores para defenderse de ellos. También el hombre tiene sus depredadores, el más implacable y letal: el propio hombre. El zarpazo de la violencia feroz y despiadada nos acompaña en la historia desde los tiempos más remotos. Son incalculables los millones de víctimas destrozadas por otros hombres. Para quienes viven aparcados en la quimera de haber llegado a la «paz universal», a modo de aquella antigua pax romana salvo conflictos limitados y controlados allende nuestras fronteras, lo sucedido en París es una muestra más de que esa «fiera» codificada en nuestro yo durante millones de años sigue ahí, latente, para despertar en cualquier momento.
Los atentados de París, como los de Madrid, o los de tantos sitios, son un grano de arena en una playa inmensa en la que las armas y la voluntad homicida tienen la última palabra y dominan la realidad. El principio de acción-reacción motivará a continuación que muchas otras bombas tontas e inteligentes a la vez destrocen a otros muchos seres humanos en los rincones más ignotos de Siria o de cualquier lugar donde se pueda saciar la sed de venganza que alimenta el proceso continuo de la violencia y del odio.
No hay nada novedoso en todos estos tristes acontecimientos. Forman parte como un eslabón más de nuestra cadena evolutiva. O al menos eso dice el pensamiento cientificista dominante. Un mero hecho biológico, neuronal, sociológico, económico y político que debe ser reconducido cuando las herramientas de la ciencia y la tecnología lo permitan. Nietzsche apostó hace más de 100 años por un superhombre que se levantara sobre esta derrota tan humillante para nuestra razón y tan propia de nuestra naturaleza, vencida continuamente por la muerte y el imperio de los más fuertes. Ese nuevo superhombre debería crear nuevas reglas que serían construidas desde los propios hombres y tras haber matado al mismísimo Dios. Pero ese superhombre nunca llegará, ese super homo sapiens no acaba de emerger del viejo ser humano.  Y lo peor es que, cuando alguien se ha tomado en serio estas tesis de ingeniería filosófica y social, han prosperado y procreado ideas delirantes en pueblos y personas que han terminado en los genocidios más brutales conocidos.


Sólo un hecho puede contestar a otro. Y la única novedad que se ha introducido en la historia de los hombres, al menos la que yo conozco, sigue su curso desde hace más de 2000 años como promesa y como realidad presente. Si Dios no está muerto y Jesús es su Cristo, sigue existiendo una posibilidad de sentido y de acción al alcance de todas las generaciones de humanos que no hayan sido devorados por el poder, la avaricia y la lujuria. Renaciendo desde un perdón imposible en este mundo. Si el amor es algo más que una inyección circunstancial de oxitocina y otras hormonas en la sangre, lo más inteligente es prestar atención a las personas y a las realidades en quienes ese amor se manifiesta como algo más que pura bioquímica para reconstruir esta primera y paradójica creación, desde aquí y desde ahora, a partir de la premisa ineludible de la libertad,  hacia la anunciada segunda creación: más justa y más feliz. 

      Vivir en la incertidumbre

      El transcurso de las últimas semanas y de los acontecimientos vividos en nuestro maltrecho escenario nacional, han tenido como resultado el crecimiento de la incertidumbre respecto al futuro en amplias capas de la población. Un futuro que se percibe de manera generalizada como una amenaza, dada la perspectiva tan negativa que trasladan todas las fuentes de información autorizadas sobre nuestra economía.
      La tenue esperanza que había prometido el cambio político del 20N se ha ido desvaneciendo con los primeros siete meses de gobierno, para dar paso nuevamente al pesimismo colectivo sobre nuestra lamentable realidad y sobre nuestras escasas y dudosas posibilidades de salir de la crisis a corto o medio plazo. Aunque Rajoy afirme que sabe lo que hace y hacia dónde vamos, su continuo vaivén de compromisos e incumplimientos han vaciado su credibilidad y debilitado su liderazgo, cuando ambas cualidades eran más necesarias que nunca para mantener el pulso anímico del país. La inminencia del segundo rescate hacia nuestra deuda soberana en el próximo otoño, paraliza aún más nuestra capacidad de reacción, ahora sí, a merced de factores y Agentes Exteriores (con mayúsculas), que son los auténticos protagonistas de las últimas decisiones adoptadas por el gobierno (con minúsculas). 



      Ahora estamos leyendo con sorpresa parte de la letra pequeña de nuestra incorporación al paraíso del euro, nunca declarada por nuestros gobernantes, ni aquel glorioso año 2001, ni tampoco durante los años posteriores, hasta llegar al batacazo nacional en el que estamos inmersos. Las responsabilidades parecen evidentes y compartidas: de un lado, una gran dosis de incompetencia propia, y del otro, una no menor e interesada incompetencia europea. Ya lo decía el filósofo Max Scheler, el cual sostuvo que sabemos de la existencia de la realidad por su resistencia a nuestro impulso. Está ahí y no nos deja pasar. Así, la necesidad en política es aquello que está ahí, frente a nosotros, que reclama nuestra acción para poder sobrellevarla y superarla. ¿Por qué seguir mintiendo a la población sobre lo que está sucediendo?. ¿Es que nadie tiene el valor y la dignidad suficiente para decir a la gente la verdad y nada más que la verdad sobre lo que nos pasa?¿Qué interés o intereses se están protegiendo? ¿Cómo se puede corregir un problema si no se asume que existe? Zapatero explotó generosamente una nueva dimensión del efecto Alicia en nuestra vida política hasta llevarnos a la ruina. Por supuesto siempre de manera civilizada, organizada y muy democrática. ¿Por qué no despertarnos ya y salir del cuento que permite a algunos seguir jugando a ser reyes y principales a costa de los demás?


      La incertidumbre consiste principalmente en que vivimos sin certezas de ningún tipo. Por supuesto, sobre las preguntas esenciales que puedan desviar nuestra atención hacia el inhóspito y a la vez apasionante pantano de los significados, tan indeseable de transitar para los poderes de este mundo y para la conciencia personal y colectiva. Pero donde la gente comienza su despertar es en el descubrimiento de la falacia de las realidades que, a modo de nueva fe, nos prometían hasta ayer un crecimiento económico sostenido, un progreso material seguro e ininterrumpido.  Un  progreso que nos proveería de una calidad de vida mejor, y cuya máxima expresión era la generalización de elementos de confort y lujo popularizados cultural y socialmente, como eran la vivienda propia, -a ser posible unifamiliar y siempre con piscina-, el apartamento en la playa, la última tecnología en vehículos, electrónica, seguros médicos privados, un abundante fondo de armario con la última moda, viajes vacacionales al extranjero, etc. ¿Quién daba más?


      Pero jugar en un casino tiene sus riesgos. Y aceptar con placidez y grandes dosis de complicidad la buena suerte en las primeras manos de nuestra ruleta nacional no nos ha eximido del reglamento del juego, y por tanto tampoco de su conclusión más frecuente: La banca siempre gana. Y es que ahora toca perder a la mayoría para ver como se transfiere una parte de su riqueza a una minoría. Eso sí, de manera civilizada, organizada y muy democrática. Porque cualquier tiempo de crisis como la nuestra acaba produciendo grandes fortunas y acarreando el crecimiento de la desigualdad, que es el virus más dañino que ataca a la clase media, la fiel infantería de nuestro modelo económico y social, y a la postre, sostén del aparato político del régimen nacido de la Constitución del 78. Y es que si hablamos de incertidumbre, la más intranquilizadora es la que planea sobre el propio Régimen, en lo que se ha convertido, y sobre su capacidad de sanarse a sí mismo en nuestras actuales condiciones. Pero esto requiere una reflexión aparte.